8 de mayo de 2006

Y tú, ¿qué eres en Londres?

Por Andrea Bettocchi BBC Mundo, Londres
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Nunca me había preguntado qué era hasta que llegué a Londres.
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Lejos de cualquier duda existencial, la pregunta responde a algo mucho menos metafísico y mucho más físico: ¿qué soy?, ¿soy blanca?, no, ¿soy indígena?, tampoco, ¿soy marrón?, eso tal vez y lo que sí, es que soy latinoamericana. Más sudamericana que latinoamericana, pero de por allí, de la parte de América menos desarrollada, bonita por demás y lejos, muy lejos de esta ciudad, de su cultura y sobre todo de sus habitantes.
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Para ser sinceros, mi apego a las banderas e himnos siempre ha sido magro. Siempre miré con anhelo, casi casi con melancolía a los argentinos y su orgullo, a los brasileños y su "saudade", o a los venezolanos y su tremendo e inocultable Caribe.
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El Perú, de donde vengo, está allí, bonito el perusito, con sus incas y su Inka Kola, su comida y su música, pero nunca fue una bandera blanquirroja que sangraba en mi pecho. De esta manera llegué a Londres con la cara lavada de cualquier nacionalidad. Hasta que conocí la escuela de inglés.
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El globo en pleno
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La gente no lo nota, pero Londres está llena de estudiantes de inglés. Somos miles, que día a día hacemos el recorrido de la cama al medio de transporte de elección, al salón de clases, al trabajo medio tiempo, generalmente atendiendo algo, bares, mesas, casas, niños ajenos, de vuelta a la casa y a la mañana siguiente todo de nuevo.
Me gustaría decir que la mayoría de los estudiantes que conozco tienen como prioridad el perfeccionamiento del inglés, pero no es verdad. La mayoría quiere encontrar su lugar aquí, en esta ciudad. Y cada vez que ingreso al salón de clases me preguntó ¿Cómo diablos van, vamos, a lograr eso?
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De los 18 que somos en el salón, siete son brasileños; la segunda mayoría son los chinos; allí la cosa se pone difícil. No podría haber una distancia mayor entre los chinos y el resto del mundo. Muy al margen del lenguaje, la mayoría de ellos sólo socializa con los de su propia nacionalidad e incluso con los de la misma zona de donde provienen. El resto somos una ucraniana, una mexicana, un congolés, dos coreanas y una peruana. El globo en pleno, si me preguntan.
Lo conocido es más bonito...
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Al final, todos terminamos tirando hacia lo que conocemos. El barrio donde vivo por ejemplo, me encanta, no necesariamente por su imponente arquitectura o su británica elegancia, sino porque se parece a lo que conozco.
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Stockwell, en el suroeste de Londres -también conocido como el Pequeño Portugal por la enorme cantidad de portugueses que habitan aquí- está lleno de calor y de bulla de gente. De cocinas que se inician a las 11 de la mañana, como en la casa de uno, de gritos que de lejos suenan casi a español, de madres que llevan a sus hijos al colegio de la mano, de hijos jugando fútbol en la calle y de misas los domingos.
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Mis vecinas, unas negritas lindísimas, se visten de domingo, como no veía hace años, y van a misa con zapatos de charol y lazos en el cabello. Los restaurantes de la cuadra están llenos hasta tarde, la gente come gritando, los niños lloran por entre las mesas y el dueño del local devora el menú sentado al lado de la televisión. Como en el país de uno.
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Pero no somos los únicos. Mi amiga María es rusa, estudiante de inglés, profesora de danza de salón y tendera de una tienda de moda en Oxford Street. Vive en una casa en Tooting Bec, en el sur de Londres, con otros dos rusos, donde sólo se habla ruso, se come ruso y se pelea en ruso. Sus vecinos, también rusos, hacen exactamente lo mismo.
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Ivana, brasileña, vive con su hermana en un cuarto en Wimbledon, tiene un novio brasileño, que conoció en la escuela, y está feliz porque acaba de conseguir un trabajo en la tienda de una tercera amiga, también brasileña, donde todos hablan portugués. Nunca he visto nacionalidades tan presentes como en casas de estudiantes en Londres.
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¿Será latino?
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Me pregunto entonces ¿qué será de esta capital británica dentro de 10 ó 20 años? ¿Tendrá calles con nombres en otros idiomas y ghettos de gente de otras nacionalidades?
Dentro de seis meses espero la llegada de mi primer hijo, el cual por razones territoriales será inglés; sin embargo no dejo de preguntarme qué más será, muy al margen de hombre o mujer. ¿Será latino?, ¿Será peruano como sus padres?
Blanco definitivamente no será, entonces le preguntarán de dónde viene, como a mi, y él ¿qué respónderá?. ¿Hablará inglés, español o ambos?. Me pregunto si él también podrá ser blanco de algún tipo de racismo o si el hecho de ser inglés lo alejará de ese peligro. ¿Sentirá esta ciudad como su casa? o ¿añorará un espacio menos frío?
Sólo el tiempo dirá. Como dice un colega y amigo, lo cierto es que para muchos, y no sólo estudiantes de inglés, es cada vez más duro arrancarle una sonrisa a esta ciudad. Al margen de eso, Londres está bastante bien.

2 comentarios:

Nacho dijo...

No por nacer a un lado de la rayita o a otro se es una cosa u otra. Aunque muchos espongiformes de esos se empeñen.

Somos todos sólo una cosa: Hombres. Con los mismos derechos y obligaciones.

Hablemos lo que hablemos y estemos donde estemos. Todpos los hombres queremos y necesitamos lo mismo. Todos.

Un besote, Eli.

Mind the gap dijo...

Hola Nacho

Obvio si, todos buscamos lo mismo pero quizás de diferentes maneras de acuerdo a la cultura de cada uno. Esta pobre mujer cree que su hijo va a ser inglés por haber nacido aca y no es así, va a tener la nacionalidad de los padres.